viernes, 31 de diciembre de 2010

Cuarenta y nueve de cuarenta y nueve - Varios Autores



Sanidad extrema - Gi Aronson & Héctor Ranea      
Creyendo burlar los controles de sanidad del Arca, la lombriz solitaria se coló, sigilosa, metida en el ano de cierto caballo. Grande fue su sorpresa cuando se encontró allí dentro con un compañero de su especie y del género opuesto.
Los agentes sanitarios contratados por Noé eran muy eficientes.

Eterna mediocridad - Sergio Gaut vel Hartman
Jesucristo llegó a la fiesta disfrazado de Santa Claus y enfrentó a la mirada desaprobadora de los doce apóstoles.
—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿No les gusta? ¡Qué jodidos! —Sus ojos recorrieron la sala y percibió hostilidad y resentimiento—. ¡Pongan un poco de onda, che, que es mi cumpleaños!

La tía Edenora II - Guillermo Vidal
—Cuando éramos chicos no había tanto gasto innecesario. Las velas son útiles como ayer —aseguraba tía y hacia largos cortes con precisión y armaba en pocos instantes un batón—. Sin usar lamparita —decía con orgullo mostrando el mamarracho—. No hay que temer a los cortes, son necesarios.

Reglas dietéticas - Sergio Gaut vel Hartman
—Este saurio es un puerco —dijo Aarón Rabinovich haciendo muecas.
—¿Saurio o puerco? —respondió Moisés Goldbaum—. ¿En qué quedamos?
—Puercosaurio.
—¿Cincuenta y cincuenta?
—No, ochenta por ciento saurio y veinte por ciento puerco.
—Nos vemos el sábado en casa de Rebeca Trajtemberg, entonces.
—¿Lo asamos o lo guisamos?

Herodes Antipas (Mt 14,3) - Antonio Jesús Cruz (Para Claudio Rojo Cesca)
Yo, Herodes Antipas, he decidido que ese Juan, que se hace llamar el Bautista, debe morir. No soporto que tenga mejor discurso que yo, que sus mítines sean más concurridos que los míos y que tenga la osadía de criticarme por haber robado la mujer a mi hermano Filipo.

Doble imposición - Sergio Gaut vel Hartman
No existe nada más problemático que ser un personaje de ficción. Uno tiene que obedecer los caprichos del autor, y al mismo tiempo debe ingeniárselas para influir sobre él y evitar que la narración incluya un asesinato que lo convierta en víctima y lo haga desaparecer de la trama.

Ola de calor - Guillermo Rossini
El calor no me deja escribir y estas palabras aparecen en la pantalla sólo porque mi cabeza se está derritiendo y las ideas se deslizan por las miasmas que brotan del cuenco craneal y caen en el teclado con forma de gotas putrefactas, azotando teclas, salpicando almas, suplicando fríos.

Instrucciones mínimas para que un tornillo ajuste la madera - Héctor Ranea
El tornillo no debe ser cuántico. Suelen aflojarse por efecto túnel. Deberían estar emprolijados de rebarbas innecesarias como las de los santos enciclopédicos. Al colocarlos debe evitarse la música que ablande nervios y enrosque sentimientos. No tiene que tener malos pensamientos quien lo enrosque. Que la suerte os acompañe.

Reclamo – Angélica Santa Olaya
El cuentista reclamaba al poeta: Escribes con melaza en vez de tinta. Luego escribió la historia de las galaxias amamantadas por la Osa Mayor, con la anuencia de Orión, y la dulce leche que cada noche se desparramaba sobre el cuenco de la bóveda celeste dibujando la Vía Láctea.

Hastío - Esteban Moscarda
Las dos facciones se habían enfrentado por siglos. Guerras terribles y genocidios evitables se sucedieron y desgarraron la coherencia de la historia. El mundo se estaba cansando de la materia muerta que abonaba sus cimientos. Y entonces explotó. En el lugar que antes ocupase su reino se alza América.

Windy city (O: "Leyendo diarios del interior y recordando a Charles Dickens") - Héctor Ranea
El Alcalde de una ciudad cercana a Chicago, tuvo la ocurrencia de vender viento en globos aerostáticos, envasándolo con embudo, a los países con aire aún más contaminado. Tuvo éxito. Eso sí, le pagaron con un DVD de ruidos de monedas de oro cayendo en el pavimento de Londres.

Gente del interior - Sergio Gaut vel Hartman
—¿No me cree?
—No.
—Pero soy del interior.
—Demuéstrelo.
Le mostré el agujero en el pecho del tipo que había habitado hasta aquella misma mañana.
—¿Ahora?
—No.
Lo abrí del ombligo al mentón con el cuchillo de matarife, me metí y cerré desde adentro. —¿Y ahora?
—Ahora sí —admitió.

Un tonto cuento de terror - Esteban Moscarda
Era una noche fría. Me había quedado sin nafta justo al comienzo del bosque de Arkham, donde la tierra es vieja y odia. Intento tranquilizarme, alguien pasará, me digo. Y pasa. Un monstruo mezcla de Hamadríade y demonio que me dice: —¿Necesitas ayuda, chabón? —Es lo último que recuerdo…

Un método efectivo - Sergio Gaut vel Hartman
Trató de plantar el árbol de la sabiduría en la mente estéril del alumno, pero lo único que arraigó en ella fue la cizaña del conocimiento. El párvulo descubrió lo efectiva que puede ser una Uzi para despachar a diecinueve condiscípulos y un profesor en dos minutos y medio.

Peonías - Héctor Ranea
Después dicen que uno es obsesivo, pero si no, piense lo que pudo pasar. Contaba los pétalos de las peonías cuando descubrí un escarabajo con una letra en el lomo. Lo encerré y ya había cambiado la letra, el desprolijo. Lo aplasté. ¡Quién iba a decir que era Samsa!

Arbitrario - Sergio Gaut vel Hartman
—¿Quién estipuló que tienen que ser justo cuarenta y nueve palabras?
—El jefe, claro. ¿Quién si no? Para eso es jefe, para estipular.
—Por puro capricho, obvio.
—No. Si fueran cincuenta caerían en otro blog.
—¿Y eso qué es?
—No tengo espacio para explicárselo.
—Igual no voy a participar.

La asesina perfecta - Esteban Moscarda
Rivadavia asesina. Todas las calles mueren en sus manos. Vienen tranquilas, algunas empedradas, otras empedadas y otras con litros de alquitrán encima. Sin remedio, fenecen en su cauce; las mata con placer. Pero no teman. Nada es para siempre: ahora mismo la están devorando mis amigos, los dragones subterráneos...

Malos versos - Angélica Santa Olaya
Poe-tiza tenía los labios morados y frías las letras… De sus dedos brotaba lluvia que mojaba el papel en que vertía la negra tinta… Había un conjuro para los malos ver-s-o-s… pero sus ojos, ciegos, insistían en ir, una y otra vez, a la cueva donde habitaba el sol…

Diálogo lunático - Sergio Gaut vel Hartman
—Su primo, el 49...
—No se confunda, el 49 no es mi primo. Tiene pinta de primo, pero no es.
—Hubiera jurado que...
—¿Vio? Todos se confunden.
—¿Y el 29?
—El 29 sí, pero tampoco es mi primo. Además, mejor que no lo sea. No me gustan los ñoquis.

Orgía final - Gabriela Baade
Cuerpos húmedos se entreveran. Brazos, piernas, manos, torsos, bocas, ojos. Sexos.
Fluidos y olores fabrican un cóctel inconfundible. La mesa tapizada de sustancias peligrosas chorrea líquidos de aromas intensos.
Alguien irrumpe en la escena.
—¡Pero la reputa que lo parió! Otra vez se cagó la heladera de la morgue.

Zombi bloguero fanático - Héctor Ranea
—¿En qué puedo ayudarlo? No entiendo qué quiere usted que haga. Exprésese mejor, por favor.
—Ráfagas.
—¿Quiere viento? No puedo hacer soplar el viento.
—Parpadeos. Cuarenta y nueve.
—¿Parpadear todo eso? Hace daño.
—¿Qué va a hacer? ¡No me mate!
—Cuarenta y nueve. Ráfagas.
—¿Puñaladas? ¡Socorro!
—Seso, 49 bocados.

Aquel veintiocho de diciembre - Fernando Puga
Corren lágrimas por el rostro de María. No entiende. Acunada por el lento andar del burro que la lleva a Egipto, sólo piensa en la inocencia que se derramará por culpa de su niño.
—No llores mujer —dice José—. Ya verás que sólo es una broma de mal gusto.

Jardinería de abril - Héctor Ranea
—Abril es un mes húmedo, pegajoso, tibio, un asco.
—Tierra blanda.
—Sí. La tierra está blanda para plantar. Todo tibio.
—Enterrar.
—¿Sólo pensás en el trabajo del cementerio?
—Desenterrar.
—¿Desenterrar?
—Se desentierran mejor los zombis.
—¿Cómo sabés todo eso?
—Porque quiero seso.
—¿Sexo? Ni hablar.
—Ni una palabra. Tarascón.

Cuarenta y nueve - Alejandra Vaca
Les prometió guiarlos en el reino de los cielos. Les dijo que allá no necesitarían nada. Ellos le entregaron todo: el dinero, las escrituras, sus propias hijas. Cincuenta lugares en el nuevo mundo los esperaban. Tomaron el veneno, cuando amanecía. Pero eran cuarenta y nueve. Él bebió solamente agua.

Dreamland - Claudio Leonel Siadore Gut
Volvió, como las hojas plateadas de Lothlórien llevadas por la brisa. Pero la nave de las Tierras Imperecederas fue atravesada por los fuegos del Señor Oscuro. Y quedó deshecha, a merced de la ciencia del Hombre.
Por tanto no enviarán otra barca como la que cayó en Dreamland, Nevada.

Sed - Camilo Fernández
La tibia humedad de la tierra le ayudó a ganar la superficie. No le sorprendió que su garganta y fosas nasales estuvieran colmadas de barro. Las entrañas le hervían. La sed de sangre se le hizo insoportable. Sin un gramo de remordimiento caminó rumbo al único lugar que conocía.

Consumismo - Esteban Moscarda
Hace calor. Entro al supermercado. Está repleto. Son las fiestas. Todos comprando. Todos gritando, corriendo de acá para allá. Voy a una góndola del fondo, a ver si todavía queda algo. Por suerte no fueron tan voraces. Por suerte quedan un par de cabezas y un exquisito torso humano.

Epidemia de verborragia - Héctor Ranea
Encontré en mi diario registros desde hace 49 días en tiras de sólo 49 palabras. Juro que escribo 47 desde siempre, pero ahí están dos de más. Esta epidemia de partenogénesis literaria me trae malos presagios. Tal vez este cuervo en mi cabeza tiene algo que ver con esto.

El azar no quiere - Sergio Gaut vel Hartman
Para escribir usaba una técnica extravagante. Colgó de las paredes miles de carteles con palabras y calzado con patines, con los ojos vendados, recorría la inmensa sala de su casona hasta chocar con “propiedad”, “ahí”, “duplicado”, “desde”, “tranvía” o “puta”. Nunca pudo armar una frase, pero no se desanimaba.

Prueba de fe - Guillermo Vidal
Como le había sucedido en otras ocasiones ante un descubrimiento soñó que el cielo dormía en las nubes y que el sol tomaba vacaciones en la luna. Buscó las pruebas científicas irrefutables para su teoría; no encontró ninguna. Perdió la fe en la ciencia, no era poeta, era científico.

Blindaje - Héctor Ranea
—Es el segundo ojo en un año.
—¿Y qué quiere?; cada vez los hacen más frágiles.
—No están hechos para personas blanco de lanzapuñales de circo, señora. Por esta vez pasará, pero use antiparras, le ruego.
—Sí; y cota de malla. Ahora paso a buscar el seno de repuesto.

Hombre de pocas palabras - Guillermo Vidal
Aprendió a decir papá y mamá a los dos meses y se enfocó a lo largo de su vida en mejorar la entonación el acento y las variantes; solo sabía decir estas dos palabras en cientos de idiomas, algunos ya perdidos. Fue divertido hasta que sus padres se murieron.

Inconveniente imprevisto - Adriana Alarco de Zadra
Las calles no estaban iluminadas. No era tarde pero la oscuridad se avecinaba. Dio vuelta en la esquina y se encontró en medio de un lago remando sobre un bote, a lo lejos, luces. Al acercarse dio con su cama en medio del dormitorio. Se había inundado el baño.

Chiste alemán - Sergio Gaut vel Hartman
—Otto paró de reír.
—¿Desde cuándo reía?
—Desde 1933.
—No le creo.
—No podía morir. Nadie se muere en medio de una carcajada.
—¿Y por qué dejó de hacerlo?
—Alguien se atrevió a explicarle que el nombramiento de Adolf Hitler al frente de la Cancillería no era un chiste.

Agobiante - Gabriela Baade
El clima castiga la ciudad de Gogravejal. Una paloma se alimenta de vómito añejo dejado por algún borracho. El líquido escasea. El viento seco y tórrido quema la vegetación a su paso.
—¡Último momento!
La población se aglomera frente a la torre.
—Hemos descubierto que éste es el infierno.

Error de cálculo - Néstor Darío Figueiras
Cuarenta y nueve centímetros tiene un codo babilonio, y no los cincuenta y tres del cordel marroquí que usó el atlante para guiar al profeta en el río teleportador. Ezequiel nunca cayó en el vórtice y nos perdimos a Clito, que sabía más que María respecto de inseminaciones divinas.

Una nueva creación - Sergio Gaut vel Hartman
Después de trabajar seis días en la creación del universo y descansar el séptimo, el Gran Artista tuvo ganas de hacer otro universo, menos complejo, más sutil. Esta vez empleó treinta y dos días con sus noches, lo pobló con unas tres docenas de criaturas y lo nombró "ajedrez".

Una mujer sola - Sebastian Chilano
Después de cinco días de atraso se hizo el test. Faltó al trabajo y se quedó sola, en su casa. El test le dio negativo. No estaba embarazada.
—Es una suerte ser invulnerable. Es una suerte no arruinarse la vida ni atarse a nada —le mintió al silencioso espejo.

La misma historia desde otra perspectiva - Sergio Gaut vel Hartman
Como los enanos pasaban muchas horas en la mina, Blancanieves empezó a cultivar diversas amistades. El cazador de Caperucita la inició en el sexo violento y el gato con botas la aficionó a la zoofilia, pero el mejor era Pulgarcito, un pervertido minimalista a la hora de proporcionar placer.

Contra dicción - Guillermo Vidal
Hacia un culto de ahorrar un punto o una coma. Guardaba en su casa cientos de palabras truncadas; desechos de correcciones para una ocasión que nunca llegaba. Escatimando palabras se hundía en ellas. Empezó a parlotear sin sentido y antes de gastar la mitad lo metieron en un loquero.

Carnicería - Gabriela Baade
—La cosa es así.
—No, Felipe, es como yo le digo —agregó Rodolfo—. Trabajé en un frigorífico.
—Ustedes están confundidos. —Gualberto habló desde la mesa—. Así no se carnea.
—Felipe, sostenele el marote al Gualberto que le voy a demostrar al perejil como se cuerea un humano.

Otro fracaso - Sergio Gaut vel Hartman
La novena invasión que los marcianos lanzaron sobre la Tierra terminó en un desastre. La llegada de la flota coincidió con la jornada final de Gran Marciano, un reality de humanos que supuestamente se comportaban como habitantes del planeta rojo. Las naves, sin control, chocaron contra el cerro Uritorco.

Sustitución - Jesús Ademir Morales Rojas
“Watson tenía que morir. Lo supe desde que vivíamos juntos en aquel piso de la calle Baker. Por fin he acabado con ese incómodo sujeto al que tuve que soportar por tanto tiempo”. Y al decir esto se quitó por fin el disfraz, frente al espejo, el sonriente Moriarty.

La importancia de los cuentos de hadas - Guillermo Vidal
María vivía encerrada en una torre, privada de salir por la malvada Edenora, que les quitaba la energía y no podía bajar los interminables escalones. Si hubiera escuchado a Ranpuzel cuando se mudó al piso trece; su príncipe Internet no puede subir y su cabello tardará mucho en crecer.

Plagio - Sergio Gaut vel Hartman
No se le ocurría qué escribir, así que tomó su primera microficción y la plagió sin asco. “El tiempo se hace arena y sumerge las ciudades”. ¿Qué quise decir con eso?, se preguntó. Y lo peor de todo, "¿quién es este ignoto autor, Alzheimer, a quién traté de homenajear?".

Mensajero - Héctor Ranea
Metí el pie en el botín y sentí una cucaracha correr en mi planta. La aplasté. Aliviado metí de nuevo el pie y una mano enorme me tironeó hacia adentro. Escribo esto a la luz de la vela encendida por un gaucho de Villa Esplendor. Espero que salga inteligible.

Repetición - Jesús Ademir Morales Rojas
Las viscosas sustancias que me perseguían se entreveraron con sinuosidad de ofidio. Sonidos viscosos y explosiones de grumos acompañaron esa dinámica repugnante. Pronto la masa tomo una inequívoca forma humanoide. Y cuando aun no se condensaba del todo, la voz extasiada de Valdemar me suplicó: “Dr Mesmer, ¡otra vez!”

Veredicto – Camilo Fernández
Llegué a las nueve. El tribunal de las hormigas ya estaba reunido. Se me acusaba del peor crimen cometido por un extraño a la colonia. “Patear un Hormiguero con Alevosía”, según el fiscal. El juicio duró menos de un minuto. Culpable. La sentencia: entrega diaria de Azúcar. Siete años.

El capo – Nanim Rekacz
—Yo soy administrador de un banco.
—Qué bien, ¿maneja mucho dinero, fondos de inversión, cuentas?
—No…
—¡Ah! Un banco de sangre… Acumula 0 y A y B… 
—Tampoco.
—¿Y entonces?
—Administro un banco de microficciones. Las tengo de 0 a 49 palabras, de sexo, amor, zombies, planetas, humor, muerte.