martes, 2 de noviembre de 2010

Antología twitter de Javier López - Parte I



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Su atracción gravitatoria hacía que te inclinaras hacia ella sin querer, cuando pasaba por tu lado.

Era medio exhibicionista. Por las noches, al desnudarse, dejaba la persiana a medio echar, la cortina medio corrida, la luz medio encendida.

Enseguida comprendió que la situación lo superaba. Era la primera vez que nacía.

Ordenaba los recuerdos alfabéticamente.

Un féretro es nuestra particular nave espacial hacia el más allá.

En el teatro interpretamos el papel de público.

Era un fantasma de pacotilla. Llevaba grabados chirridos de puertas y gritos espeluznantes.

-Cariño, te noto fría conmigo -le decía a su esposa, que estaba junto a él en el mausoleo familiar.

Nos asustan los abismos cuando los vemos debajo, pero vivimos permanentemente con uno encima.

La zorra dice ahora que las uvas están rociadas con pesticidas letales para la salud.

Vas solo por la autopista en la oscuridad de la noche. Piensas si la noche te llevará hacia otro lugar distinto al que indican las señales.

El uno y el tres no se llevan muy bien. Esas malas vibraciones se transmiten a nosotros, en forma de superstición.

Ya no sé dónde guardarlas: colecciono colecciones.

En aquel safari, la lluvia puso de manifiesto que las cebras eran un fraude para atraer turistas.

El clima ya no necesita climatólogos o biólogos. Necesita un psiquiatra.

Un velero es un pequeño bosque de árboles blancos sobre el mar.

Los hombres primitivos inventaron los números enteros para contar cabezas de ganado. Los fraccionarios, para descuartizarlas.

Volvió a casa. Encontró otra mujer, otros hijos.
–Me equivoqué de puerta –se dijo. Pero ellos sí lo reconocían como esposo y padre.

¡No hay derecho, no hay derecho! –repetía amargamente el juez.

El aire se está haciendo irrespiraggggggghhhhhh.

Dos de los trillizos se conjuraron para nacer sÓlo gemelos.

Creó un universo de pompas de jabón.

Aprendía del silencio.

Los agujeros negros son los cazadores del cosmos.

Las crías del pez manta se quejan de que mamá los arropa demasiado por las noches.

Sufrió un atraco de sombras chinescas.

Los bancos aprueban nuevas comisiones: sonreírte: 0,15€, buenos días 0,25€, siéntese 0,18€...

–No te mueras ahora, amor –dijo, agitando suavemente los hombros de su esposa, de los que se desprendieron pequeñas nubes de polvo.

Un eco maleducado es aquél que no devuelve los saludos.

No era un tumor cerebral. Eran recuerdos enquistados.

–Abuelo, todas esas señales de humo no entrarán en un solo tuit –decía el joven pies negros.

¿Era un asunto turbio o el fiscal había olvidado las gafas en casa?

La palabra se propaga a la velocidad del sonido. Los rumores, a mucha más.

Los chinos se levantan por la mañana paulatinamente para evitar seísmos.

Ecos de todas las épocas se amontonaban al fondo de la cueva.

Encontraron un esqueleto en el fondo del lago. El problema era si llamar a un arqueólogo o a un forense.

El enigma de la frase incompl

Todos tenían la cabeza inclinada en aquella casa por culpa de un espejo mal colgado.

Experto en Monopoly se ofrece como administrador de fincas.

Se estaba riendo de su sombra, hasta que se dio cuenta de que ésta no se reía.

Anuncio en Twitter: Compra-venta de ideas. Razón...

Cigüeña imputada en el secuestro de un bebé.

La casa siempre olía a pólvora. Las batallitas del abuelo...

La diferencia entre un camello y un dromedario es... bueno mejor será llamarlos a ver cuál de los dos acude.

El radio de la circunferencia se equivocó de función. Acudió a un espectáculo de huesos.

Dio la salida en números romanos: ¡I, II, III, ya!

Un borracho orinando en la esquina de la calle entonaba el mea culpa.

El bebé fantasma se despertó llorando. Soñaba con su mamá.

Ese hombre amenazaba a todo el mundo con una espantosa muerte. Nadie dijo nada. Bajó del púlpito. Continuó con la eucaristía.

Tras su muerte, experimentó una ligera mejoría.

El enorme tatuaje pareció tomar vida. Acabó con el hombre que lo llevaba en su piel.

Prohibieron los rumores en aquel lugar. El lugar desapareció, sólo había sido un rumor.

Tu mirada me fulminó como un rayo. Aún mis oídos sienten el eco de tu tormenta.

–Parece bastante aturdido –dijo solemnemente el médico cuando ingresé cadáver.

No planeé la frase. El tuit había tomado vida propia.

El guitarrista había practicado, no hasta dominar la técnica, sino hasta someterla.

Se hizo rico. No había inventado nada nuevo; bueno, sí: la forma de venderlo.

El televisor de plasma se prestó a una transfusión.

De perfil no proyectaba sombra.

No conozco a nadie con su nombre –me dijo aquél individuo cuando yo trataba de entrar en mi propia casa.

No pude despertar aquella mañana. Era una mañana soñada.

Me precipité al decirte que he muerto. Sólo fue el susto.

Subía por la escalera mecánica de bajada. El tiempo retrocedió.

Los fantasmas invadían todas las noches el museo. Por la mañana todo parecía normal, excepto aquel cuadro...

Por fin tenía el mapa de su cuerpo. Había subido a sus colinas y explorado cada una de sus grutas.

Aquella casa se desordenaba sola.

Resolvía sudokus mientras dormía.

Hizo de mediador en aquel conflicto. Los cortó a todos por la mitad.

–La antropofagia es una atrocidad, si no sabes poner los condimentos adecuados –aseguró el renombrado restaurador.

Bajábamos la calle. Nos ordenaron dejarla en su sitio.

¿Qué hacía el director de orquesta metido en la cama con su batuta? Se había quedado doremido.

Aquel instrumento era muy antiguo. Hasta los acordes menores sonaban ya mayores.