sábado, 21 de agosto de 2010

17 ráfagas de rayos - Héctor Ranea


y relámpagos parpadeantes
 


1
En una fantástica telaraña azul los relámpagos cobijaron los gemidos de los amantes.

2
Este relato no puede durar más que el estallido de un rayo. Se refiere a una mirada subrepticia, a un roce de manos, un relámpago que unió tus párpados a mis pupilas.

3
En una centella viajan las esponjas de los pelos de ángeles, de amantes olvidados, de llantos de un amor olvidado en el tiempo mismo que tardó en encontrarse.

4
Si el trueno estalla cuando estás escuchándolo no ensordece: despierta el deseo del viaje eléctrico, del camino al origen.

5
La luz enceguece a las luciérnagas que confunden el rayo con el orgasmo. Si están atentas a la diferencia copularán durante la próxima tormenta, las otras no.

6
Nada es invisible a los ojos del que observa las tormentas en las caras de los amantes.

7
Nada dura lo mismo que lo efímero de un rayo comparado con la eternidad de un beso de adiós.

8
En el rayo que parte sicomoros, abedules, aromos está la misma esencia del roce de labios que desintegra en la mente las certezas.

9
Justo al final del camino un rayo parece prolongarlo hasta la nube y de la nube al mar: una invitación que no debo descartar pues en el mar siempre encontré algo parecido a la paz, al amor.

10
Las leyendas sobre rayos incluyen preferencias por sirenas, incautos y caballos blancos. Sin embargo, nunca encontré rayos en mi camino pero sí centelleó una tormenta dorada en tus ojos cuando los miré la primera vez.

11
Durante la tormenta la lluvia que lavó los árboles, nos bañó con la infusión que nos inmunizó frente a las tormentas severas del futuro.

12
La muerte de un rayo es el éxodo de la luz de su camino eléctrico. Observando muchos rayos, esas breves muertes construyen mucha luz en los corazones de los amantes.

13
Entonces encontramos una raíz de arena, cien cabelleras de vidrio, anillos de espumas de espejos, restos de laberintos hechos de manos transparentes. Todo entraba en nosotros, todo salía con velocidad de rayos, con permanencia de tormentas.

14
El primer rayo alerta, los siguientes arrullan. En mis brazos te dormiste mientras la tempestad afuera arrasaba con el bosque. En tus brazos dormido no soñé sino viví cuando la tierra se sacudió sus pestes.

15
El viajero camina con el frente de la nube de tormentas esperando el rayo que lo convoque a su esencia electrónica.

16
En la leyenda de los mares y sus orillas, los rayos plantan árboles invisibles que sólo tienen la raíz de vidrio del cielo mezcladas con cangrejos, medusas vitrificadas, dientes de tiburones usados. Sólo los encuentran los amantes de invierno.

17
En la luz interior de la nube parece nacer la frase: aquí nace la luz, acá reina libre. Pero en realidad dice: en tus ojos nace toda la luz necesaria para leer tus besos.

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